Gamboa Vela Briseydi
S21001814
Para comprender Nosferatu (1922), es necesario primero
adentrarse en el Expresionismo alemán, un movimiento artístico que emergió a
comienzos del siglo XX, especialmente tras la crisis que dejó la Primera Guerra
Mundial. Frente a un contexto de inestabilidad política, económica y social,
los artistas expresionistas buscaron plasmar las inquietudes internas del ser
humano mediante formas distorsionadas, luces y sombras extremas, y atmósferas
inquietantes que reflejaban las ansiedades de una sociedad profundamente
marcada por la incertidumbre. En el cine, esto se tradujo en escenarios
irreales, encuadres dramáticos y una fuerte carga simbólica que impactó
profundamente en la estética del cine de terror y del cine negro.
En este marco se inserta Nosferatu, dirigida por Friedrich
Wilhelm Murnau, una de las obras maestras del expresionismo cinematográfico. La
película es una adaptación no oficial de la famosa novela Drácula (1897) de
Bram Stoker, y aunque se intentó evitar problemas legales cambiando los nombres
de los personajes y algunos detalles de la trama, la viuda de Stoker demandó a
la productora. Los tribunales ordenaron destruir todas las copias de la
película, pero algunas sobrevivieron, permitiendo que este clásico llegara
hasta nuestros días. En la adaptación, Drácula se convirtió en el Conde Orlok,
Jonathan Harker en Hutter y Mina en Ellen. Además, se introdujo una variante
importante: la presencia de la plaga como metáfora paralela al vampirismo, y un
desenlace en el que Ellen, sacrificándose, desvía la atención de Orlok hasta
que el amanecer lo destruye.
Con el paso del tiempo, esta figura se transformó aún más.
Películas como Entrevista con el vampiro (1994) presentaron al vampiro como un
ser trágico, condenado a la inmortalidad y la soledad eterna. Ya en el siglo
XXI, la imagen del vampiro se diversificó ampliamente. Desde la visión
romántica y juvenil de la saga Crepúsculo, hasta enfoques más oscuros y
existenciales como en Only Lovers Left Alive (2013) o la serie Drácula de
Netflix, el vampiro se ha mantenido como un símbolo cultural versátil. Estas
últimas representaciones exploran temas como la decadencia cultural, la
alienación y el tedio de la eternidad.
En definitiva, desde Nosferatu, la figura del vampiro ha
evolucionado de forma sorprendente, pero siempre conservando su esencia de
criatura inquietante que refleja los miedos y deseos más profundos de la
humanidad. La sombra del Conde Orlok sigue proyectándose, no solo en las paredes
de la película de Murnau, sino también en el imaginario colectivo del cine de
terror.
En lo personal y como añadido he de recomendar ampliamente el remake de Nosferatu (2024) de Robert Eggerts ya que considero que sigue al pie de la letra al Expresionismo Alemán sin recurrir al cambio total de la obra original, es por ello que la considero un filme que hace honor a Nosferatu (1922) pero con la implementación de elementos del cine moderno con un trabajo de fotografía excelente y un guion que no decepciona.
Bris:
ResponderEliminarGracias por su participación.
Sin duda el texto me parece muy bien escrito. Resalta por la claridad en las ideas y la forma en que va desplegando cada ángulo sobre el que reflexiona. En el caso de los apuntes sobre la evolución es cierto que la saga de Crepúsculo es importante, pero sé que pudo tener como referencia algunas otras cintas que son imprescindibles para ver la evolución del vampiro. Hace uno 2 o 3 años, un director independiente de apellido Jim Jarmusch hizo Solo los amantes sobreviven, muy recomendable.
Eso sí, extrañé ligas para remitirme a otras fuentes