miércoles, 9 de abril de 2025

Nosferatu, el vampiro que influyó en el cine

 

Gamboa Vela Briseydi

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Para comprender Nosferatu (1922), es necesario primero adentrarse en el Expresionismo alemán, un movimiento artístico que emergió a comienzos del siglo XX, especialmente tras la crisis que dejó la Primera Guerra Mundial. Frente a un contexto de inestabilidad política, económica y social, los artistas expresionistas buscaron plasmar las inquietudes internas del ser humano mediante formas distorsionadas, luces y sombras extremas, y atmósferas inquietantes que reflejaban las ansiedades de una sociedad profundamente marcada por la incertidumbre. En el cine, esto se tradujo en escenarios irreales, encuadres dramáticos y una fuerte carga simbólica que impactó profundamente en la estética del cine de terror y del cine negro.

En este marco se inserta Nosferatu, dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau, una de las obras maestras del expresionismo cinematográfico. La película es una adaptación no oficial de la famosa novela Drácula (1897) de Bram Stoker, y aunque se intentó evitar problemas legales cambiando los nombres de los personajes y algunos detalles de la trama, la viuda de Stoker demandó a la productora. Los tribunales ordenaron destruir todas las copias de la película, pero algunas sobrevivieron, permitiendo que este clásico llegara hasta nuestros días. En la adaptación, Drácula se convirtió en el Conde Orlok, Jonathan Harker en Hutter y Mina en Ellen. Además, se introdujo una variante importante: la presencia de la plaga como metáfora paralela al vampirismo, y un desenlace en el que Ellen, sacrificándose, desvía la atención de Orlok hasta que el amanecer lo destruye.

Visualmente, Nosferatu es un claro ejemplo del estilo expresionista. La película aprovecha escenarios sombríos, encuadres forzados y contrastes de luz y sombra para transmitir una constante sensación de amenaza. El uso del claroscuro potencia el terror: las sombras del Conde Orlok se vuelven un elemento narrativo más, anticipando su llegada e intensificando la tensión. Su figura cadavérica, los gestos rígidos y los largos dedos curvados de Orlok lo convierten en una representación viva del miedo colectivo de la época. No es solo un vampiro, sino la personificación de la peste y la muerte que amenazaba a Europa. La invasión de Orlok se puede leer como una metáfora de la propagación de la peste negra, relacionando la figura del vampiro con la enfermedad, el contagio y la decadencia moral tras la devastación de la guerra.


El impacto de Nosferatu fue tal que marcó la evolución de la figura del vampiro en el cine durante el siglo XX y hasta nuestros días. En la película de Murnau, el vampiro es un ser monstruoso, deshumanizado y asociado directamente al miedo a la enfermedad y la muerte. Sin embargo, en versiones posteriores como Drácula (1931) de Tod Browning, con la interpretación de Bela Lugosi, el vampiro adquirió una dimensión aristocrática y seductora. Dejó de ser una mera criatura grotesca para convertirse en un símbolo del deseo reprimido y la atracción por el peligro, cargado de erotismo y sofisticación.

Con el paso del tiempo, esta figura se transformó aún más. Películas como Entrevista con el vampiro (1994) presentaron al vampiro como un ser trágico, condenado a la inmortalidad y la soledad eterna. Ya en el siglo XXI, la imagen del vampiro se diversificó ampliamente. Desde la visión romántica y juvenil de la saga Crepúsculo, hasta enfoques más oscuros y existenciales como en Only Lovers Left Alive (2013) o la serie Drácula de Netflix, el vampiro se ha mantenido como un símbolo cultural versátil. Estas últimas representaciones exploran temas como la decadencia cultural, la alienación y el tedio de la eternidad.

En definitiva, desde Nosferatu, la figura del vampiro ha evolucionado de forma sorprendente, pero siempre conservando su esencia de criatura inquietante que refleja los miedos y deseos más profundos de la humanidad. La sombra del Conde Orlok sigue proyectándose, no solo en las paredes de la película de Murnau, sino también en el imaginario colectivo del cine de terror.

En lo personal y como añadido he de recomendar ampliamente el remake de Nosferatu (2024) de Robert Eggerts ya que considero que sigue al pie de la letra al Expresionismo Alemán sin recurrir al cambio total de la obra original, es por ello que la considero un filme que hace honor a Nosferatu (1922) pero con la implementación de elementos del cine moderno con un trabajo de fotografía excelente y un guion que no decepciona.



1 comentario:

  1. Bris:
    Gracias por su participación.
    Sin duda el texto me parece muy bien escrito. Resalta por la claridad en las ideas y la forma en que va desplegando cada ángulo sobre el que reflexiona. En el caso de los apuntes sobre la evolución es cierto que la saga de Crepúsculo es importante, pero sé que pudo tener como referencia algunas otras cintas que son imprescindibles para ver la evolución del vampiro. Hace uno 2 o 3 años, un director independiente de apellido Jim Jarmusch hizo Solo los amantes sobreviven, muy recomendable.
    Eso sí, extrañé ligas para remitirme a otras fuentes

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