miércoles, 9 de abril de 2025

 

Sombras que acechan: Nosferatu y el legado del Expresionismo alemán

 

Por: Melannie Jocelyn Beltrán Alfonso – zs21001792


El Expresionismo alemán trajo una revolución al cine con un estilo visual y narrativo que sigue influyendo en películas actuales. En el centro de este movimiento, surgido después de la Primera Guerra Mundial, encontramos "Nosferatu" (1922) de F.W. Murnau. Esta versión no autorizada de "Drácula" logró capturar la esencia del expresionismo y cambió para siempre cómo vemos a los vampiros, convirtiéndose en una película clave del cine de terror.

 

Nació en un momento de crisis para Alemania tras perder la Gran Guerra. El Expresionismo buscaba mostrar emociones internas a través de la distorsión de la realidad exterior. La inestabilidad política y económica de la República de Weimar fue el ambiente perfecto para un cine que rechazaba lo natural y prefería una estética deformada y simbólica.

 

El estilo visual del Expresionismo alemán es muy reconocible: escenarios torcidos con líneas inclinadas y espacios cerrados, fuertes contrastes entre luz y sombra, maquillaje exagerado y actuaciones llevadas al extremo. El mundo que muestra es un reflejo de la mente atormentada, donde lo que vemos revela conflictos internos. Este estilo de pesadilla ha influido mucho en el cine de terror posterior, desde los clásicos de Universal hasta directores actuales como Tim Burton, Guillermo del Toro o Robert Eggers, que han adaptado estos elementos visuales a nuevas sensibilidades.

 

 

 

La historia de "Nosferatu" sigue a Thomas Hutter, quien viaja a Transilvania para cerrar un negocio con el Conde Orlok, descubriendo demasiado tarde que su anfitrión es un vampiro que trae terror y muerte. Murnau crea una pesadilla visual que muestra perfectamente los principios expresionistas.

 

En cada imagen de la película vemos elementos típicos del movimiento. La sombra alargada del vampiro subiendo las escaleras es uno de los momentos más famosos del cine mudo, un gran ejemplo del uso expresionista de la luz para crear significado. Las tomas del castillo de Orlok, con sus arcos deformados y pasillos imposibles, muestran esa arquitectura antinatural tan típica del expresionismo. El propio Conde Orlok, interpretado por Max Schreck, es una figura deformada hasta lo monstruoso: calvo, con orejas puntiagudas, dedos largos como garras y dientes prominentes en el centro de la boca, muy diferente al seductor aristócrata de Bram Stoker.


Obligado a cambiar elementos clave para evitar acusaciones de plagio (que finalmente no logró evitar), Murnau transformó al seductor conde en una criatura repulsiva, cambió nombres y lugares, y modificó el final. Sin embargo, estos cambios forzados resultaron en una nueva interpretación que enriqueció el mito: el vampiro ya no era solo una amenaza individual sino una plaga, un símbolo de la enfermedad y la muerte colectiva, como sugiere la conexión visual entre Orlok y las ratas portadoras de peste.

 

 

La evolución del vampiro en el cine desde la criatura con aspecto de rata de Murnau hasta las figuras románticas y complejas de hoy, reflejan cambios profundos en nuestros miedos colectivos. Cada época redefine al vampiro según sus propios temores: en los años 30, Bela Lugosi representó al aristócrata extranjero que amenazaba los valores tradicionales; en los 70, el vampiro se volvió más sexual reflejando las tensiones de la revolución sexual; y en décadas recientes, desde "Entrevista con el vampiro" hasta "Crepúsculo", el vampiro se ha humanizado, convirtiéndose en un ser atormentado por su propia naturaleza.

 

Sin embargo, el vampiro siempre ha mantenido su función como símbolo de nuestros miedos más profundos: el miedo a la muerte, a la sexualidad prohibida, al "otro" extranjero, a las enfermedades contagiosas o a perder nuestra humanidad. La genialidad de "Nosferatu" está en haber captado este significado simbólico del monstruo, presentándolo no solo como un villano individual sino como una fuerza que va más allá de lo físico.

 

Cien años después de su creación, "Nosferatu" mantiene intacto su poder inquietante. Sus innovaciones técnicas y su ambiente opresivo siguen inspirando a cineastas actuales. El vampiro de Murnau, tan diferente de los vampiros románticos de la cultura popular actual, nos recuerda que en el centro del mito hay algo fundamental: el horror ante la muerte y la fascinación por lo que existe más allá de ella.

 

La obra maestra de Murnau no solo ayudó a establecer el lenguaje del cine de terror, sino que demostró el potencial del cine para crear poesía visual a partir de nuestras pesadillas colectivas. En un mundo donde el terror se ha vuelto cada vez más explícito, las sombras de "Nosferatu" nos recuerdan que lo verdaderamente aterrador vive en los rincones de la imaginación, en ese espacio inquietante entre lo visible y lo sugerido. Allí, en esa penumbra expresionista, el Conde Orlok sigue su vigilia eterna, acechando los límites de nuestro inconsciente colectivo.

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